Museo Guggenheim de Bilbao.

Arquitectura Viva, n° 55, Madrid.

Julio, Agosto 1997

 

En estos últimos años, no dejo de recordar un pensamiento que mi memoria atribuye a Louis Kahn; quizás porque es el último arquitecto del que recuerdo pensamientos.

Creo que en algún momento de su vida Kahn se declaró más interesado por las cosas buenas mal hechas que por las cosas malas bien hechas.

Recuerdo que José Antonio Coderch, siendo miembro del Jurado de unos Premios FAD (cuando estos premios aún existían) hizo constar en acta su desacuerdo por premiar un edificio, no porque le pareciese mal resuelto, sino porque no podía aceptar el absurdo de que un almacén de coches se resolviese con un edificio de vidrio. Le parecía una solución mala aunque estuviese bien resuelta.

Estos tiquismiquis puritanos quedan muy lejos en el tiempo. Dudo mucho que la crítica internacional actual esté dispuesta a juzgar el Guggenheim de Bilbao bajo esta óptica moral.

No sé si este museo (¿es un museo para exponer obra o es una obra que se expone?) es una cosa buena o una cosa mala, pero desde luego está resuelto con una increíble y deslumbrante brillantez y esto es lo que, sin duda, hoy, importa.