Gourmet

Borek Sípek. Diseñador. Praga, 1949

 

(Se dice de la persona de gusto exquisito en la comida y bebida)
Hay arquitectos que se comen todo lo que les pongan delante. Otros que lo combinan y dan un paso más: cocinan ellos mismos y, al hacerlo, analizan, experimentan y entienden la cocina como una historia de amor básica con la vida misma. Oscar Tusquets puede incluirse en la segunda categoría. Incluso llegó a crear el mejor ambiente arquitectónico para saborear los placeres de la buena mesa con los que su encantadora esposa, Victoria, sedujo tanto a él como a los entusiastas clientes de su restaurante Azulete, en Barcelona. / El hecho de que Oscar diseñara el local podría considerarse una batalla entre dos seres creativos que acabó en empate, si bien algún cliente atrevido podría inclinar la balanza a favor de Victoria y su cocina. Por desgracia, el restaurante ya no existe en la misma constelación, pero servidor y muchos amigos conservaremos siempre el recuerdo de las noches pasadas en un ambiente de lo más agradable (gracias a Oscar), inmersos en los cuidados culinarios y el trato afectuoso de Victoria. / En una de esas ocasiones entablé con Tusquets un debate sobre la cocina japonesa, que podría haberse titulado “La cocina japonesa, ¿es arte o ciencia?”, en el que Tusquets aseguró firmemente (sin duda con el respaldo de varias copas de excelente vino español) que se trataba de una ciencia: había que conocer con exactitud los ingredientes, los procesos y la historia cultural culinaria que comporta. Con todo su minimalismo y sus detalles a menudo caros (nuestro libro de cocina japonesa recomienda limpiar los puerros cepillando sus hojas con sake), Oscar no podía aceptar la cocina japonesa como un arte. Para él, la creatividad culinaria era conseguir algo fascinante e inesperado con una patata. Si un plato es excepcional no lo es por lo poco común de sus ingredientes, decía, sino por la perspicacia y la imaginación del cocinero que puede transformar los materiales más humildes en una obra de arte gastronómica. Aunque admiro el minimalismo japonés en todos sus aspectos, comparto con Tusquets la pasión por el exceso borgoñés, que es en lo esencial europea y que, en mi opinión, el arquitecto ha traducido a su idioma particular. Se ha adentrado en el minimalismo de una forma de lo más europea y ha hecho de él su estilo propio e inconfundible: el del buen gusto.