Leggiadria

Gillo Dorfles. Teórico del diseño. Trieste, Italia, 1910

 

No sé si en castellano o catalán existe el exacto equivalente del término italiano “leggiadria”, que significa: gracia, liviandad, aunque también elegancia, moderación, equilibrio, pero con vivacidad. / ¿Por qué, siempre que pienso en Oscar, me viene a la mente esta palabra? Porque, como poquísimos otros —entre artistas, arquitectos, diseñadores—, Oscar ha sabido siempre conciliar deber y placer, exactitud y fantasía, seriedad e ironía. / No me refiero sólo a sus trabajos de diseño —desde las sillas hasta los cubiertos, de los objetos domésticos a los utensilios—, siempre rigurosos, pero siempre ligeros, nunca pesados ni pedantes. Me refiero también a las arquitecturas, funcionales pero con gracia, a veces rigurosas (el Auditorio de Las Palmas) aunque con inesperadas aportaciones ornamentales, a menudo estereomé-tricas pero con inéditas aperturas; pienso en un jardín como el de la Casa del Laberinto, donde algunas formas geométricas quedan engastadas en la exuberante vegetación. Y pienso también en el célebre restaurante Azulete, donde recuerdo haber comido una vez bajo aquellas vidrieras aéreas, en una atmósfera idílica que procuraba una perfecta digestión incluso del ágape más copioso. / No quiero alargar mi “homenaje” a Oscar con inútiles y tediosos análisis críticos, pero no cabe duda de que, frente a mucha arquitectura reciente española, que a menudo no consigue desvincularse de los recuerdos del International Style o de los diversos maestros contemporáneos, Oscar ha sabido heredar la fantasía de los grandes modernistas catalanes (pensemos en su delicada restauración del Palau de la Música), pero mitigándola con una llamada al orden funcional; conservando incluso en sus obras de arquitectura, y sobre todo de diseño —como en el resto de su comportamiento y su espíritu—, esa extraordinaria, irónica y jovial leggiadria que lo distingue.