Entorno al Connaught.

Barcelona, 1996

 
Los hoteles de lujo son una de mis debilidades, uno de los pocos atractivos que pueden hacerme emprender un viaje a estas alturas de mi vida.
    Cuentan que cuando el grandísimo arquitecto Carlo Scarpa, recibió el halagador encargo del pabellón que debía representar a su país, Italia, en la Gran Exposición Universal de Torino tuvo el pronto de declinar amablemente el trabajo por el respetabilísimo motivo de que en aquella ciudad no encontraba ningún hotel de auténtica categoría. Como el bueno de Scarpa proyectaba y tomaba muchísimas decisiones en la misma obra, ya se veía venir las prolongadas estancias en un deprimente hotel de negocios de una ciudad extraña. Hubo que buscarle un buen hotel en Milano -cosa también bastante difícil- y un Mercedes que lo llevaba  a cada  visita de obra; hasta literalmente pie de obra, pues aunque, por motivos de seguridad, estaba estrictamente prohibido el acceso de vehiculos privados en el recinto ferial, el aristocrático poder de seducción de Carlo consiguió de inmediato un pase de favor.
    Esta anécdota, como casi todas las del gran Maestro, me produce una irresistible simpatía. Los hoteles de lujo son una de mis debilidades: a estas alturas, su presencia es uno de los pocos atractivos que me animan a emprender un viaje, su ausencia una de los muchas penalidades que me pueden sabiamente decidir a quedarme en casa.
    De todos los hoteles que he visitado, el Connaught de Londres no es el mayor, ni el mas lujoso, y desde luego no es el que tiene mas instalaciones -no tiene piscina, ni sauna, ni restaurantes exóticos, ni salas de reuniones, ni tiendas de souvenirs-. Siendo un hotel muy exclusivo tampoco es el  mas caro del mundo; una habitación en el hotel de una cadena internacional en Milano lo es bastante mas. ¿Entonces, que es lo que distingue a este establecimiento de culto?
Creo que lo que convierte al Connaught en un caso único, es su empeño de permanecer impermeable a todas las tendencias actuales, a las recomendaciones de cualquier marketing hotelero, a todo lo que ofrecen las grandes grandes cadenas que cortan el bacalao alrededor del globo; yo aseguraría que es el hotel mas pasado de moda del mundo.
    En la habitación del Connaught no hay cajita de seguridad, ni minibar. Se supone que estos problemas los resuelve la  recepción o el servicio de habitaciones. Si uno tiene sed a las cuatro de la mañana, que coja el teléfono y pida un agua mineral, que ya se la subirán, aunque esto signifique despertar inevitablemente a tu acompañante.
En el Connaught se debe vestir con propiedad: esto significa que se debe acudir con americana y corbata al bar y al restaurante; no sólo para la cena, si no incluso para el desayuno, aún en pleno agosto.
    Al Connaught se supone que van exclusivamente ingleses, o sea: caballeros británicos que poseen un magnífico manor en la campiña pero que, de vez en cuando, se dejan caer por la capital a resolver asuntillos bancarios o realizar algunas compras. Parece que allí debían acudir los personajes de Jane Austen cuando se escapaban de su mundo agrícola.