Concurso para la construcción de una inmensa iglesia en el Santuario de Fátima.

Fue un concurso por invitación y en dos fases. Un pequeño grupo de arquitectos pasamos a la segunda fase. Vittorio Gregotti, Mario Botta, dos simpáticos arquitectos portugueses y un alemán especializado en edificios eclesiásticos (que sería el ganador del concurso aunque, finalmente, la obra la ha realizado otro arquitecto).

Proyectar un templo emotivo para 9.000 fieles sentados resultaba difícil. La buena visibilidad, la accesibilidad para minusválidos, las normas de evacuación… acercaban el templo a un gran polideportivo, algo, en verdad, poco místico. Proyecté la inmensa sala como un teatro griego semienterrado y con su cubierta accesible para las previstas celebraciones de masas. Visto ahora me parece monumental pero nada invasivo. Pero mi mejor idea fue hacer aparecer a la Virgen, no en una estatua, sino en un holograma, como, supuestamente, se aparecía a los pastorcillos, el 13 de cada mes en 1917. Propuse que el holograma lo realizase Bill Viola. 

Brillante plegaria no atendida.