Proyectar un edificio que englobase el restaurante de la Expo de 1927 -edificio de relativo interés del que sólo se conservaba la deteriorada fachada- y hacerlo cuando la edificación añadida debía ser mucho mayor que la antigua no era fácil. Para otorgar a la antigua fachada un mínimo de dignidad el nuevo edificio se escalona hacia atrás formando amplias terrazas frente a las habitaciones y cediendo todo el protagonismo a la vieja fábrica.

    Por el mismo motivo la ampliación se estuca en un verde camuflaje. Como los jardines de Miramar que se encuentran al frente se han peatonalizado radicalmente la amplia entrada principal se abre en la totalmente nueva fachada posterior. El interior gira entorno al atrio central a toda altura que engloba la monumental escalera.